jueves, 17 de noviembre de 2016

Acercamiento.






Me lo metía: Sonaba el teléfono. Me lo sacaba: Vibraba el teléfono.
Mientras el Mauro me penetraba no podía dejar de pensar que, tal vez, esa llamada era de mi Maricón.
-          Sorry, necesito contestar al parecer. –le dije súper apurada antes que colgaran.
-          Ven un ratito más, deja el celu ahora po. Ya po que quiero irme en tu culito. –Esto último me lo susurró punteándome sobre la cama.
-          No.
Creo que ese “no” fue tan seco y mala ondi que me dejó de abrazar.
Aún en la cama, me estiré hacia el piso para tomar mi cartera que yacía en él. Encontrar mi celu era un cacho entre tanta mierda, ya saben: labial, audífonos, boletas, maquillaje y todo ese tipo de mierda que una guarda en la cartera.
Al final era la Vivi. Ya me va a cagar el momento ésta, pensé. Le corté pero, al instante, volvió a llamar.
-          ¡Qué querí, maraca culiá!
-          Quería contarte que me aburrí más que la chucha en la cagá de junta a la que me obligaste a ir, loco, hice un sacrificio por ti y me colgai el teléfono… Te pasaste, erí una perra.
-          Sorry…
¿Y qué más podía decirle después de que la obligase a juntarse con nuestros exs compañeros para que me consiguiera el número de celu de Maricón? Así que callé y me respondió.
-          La chana de la Camila sigue iguals de chana. El mijito rico del Nacho sigue iguals de mijito rico, pero ahora marca más la ce hache y suena casi tan chano como la Camila. – Así de la nada me empezó a contar.
-          ¡Oe loca! Dime si tienes el número no más, después me cuentas los cahuines que lo que es yo, estoy bastante ocupada.
-          ¡Ocupada le dicen ahora a tirarse al Mauro! ¿Vo creí que soy weona? Me cansaste, sí lo tengo, te lo envío por Whats ¡ah! Y chúpaselo rico.
Ignorando lo último que me dijo la Vivi mi corazón latió a mil cuando me colgó y a continuación vi el mensaje de contacto en su chat.
Yo colgaba en la orilla de la cama aún mientras el Mauro, impaciente, me miraba a la cara fijo.
¿Qué pasó? ¿Hablaste con el amor de tu vida?, dijo y rió.
Algo así, respondí. Igual era la Vivi, nos vamos a juntar, me iré, agregué.
Sin pescar mucho al Mauro ni sus peticiones para que no me fuera, me vestí y me largué rápido de ahí.
Al salir simplemente me senté en la vereda y agregué a contactos el número de mi Maricón.
Vi su foto. Era él. Eran sus ojos. Era su mirada.
Hola, tipié y envié.

 

¿Quién lo diría? Parece que él tenía más interés en mí que yo en él.



jueves, 17 de marzo de 2016

Mi primer culeón.


A veces lo recordaba, a veces deseaba cambiarlo. Mi primer culeón fue con él, con mi maricón pero en etapa de adolescencia.
Para resumir puedo decir que él me habló sobre lo increíble que sería tener mi primera vez con él. “Mejor amigo”, usó mucho esa palabra y yo, a mi corta edad de catorce años, creí e imaginé con inocencia que sería con todo el amorsh posible, me llenaría de besos y sería como el sueño de toda mina mamona como yo. En ese entonces no era muy linda, ni siquiera flaca como ahora, daba pena, pero tenía tan confianza con él y me sentía con tal comodidad que decidí entregarme.
Ambos estábamos de uniforme y ese día salimos temprano, me propuso hacerlo al tiro (yo cacho que quería sacarse luego la pega de encima y las ganas) y onda aprovechar la salida de clases temprano y acompañarlo a tirar.
¿Por qué me imaginé un cuento de hadas de esta forma? Me pregunté al momento de notar que el weón me llevaba a un cerrito de por ahí cerca (vivo en región, por cierto). Me sentó en un pseudo-escalón que se formaba con las raíces de un árbol y con vergüenza me tapé la cara con las manos, a lo segundos lo miré otra vez y estaba allí enfrente, miré hacia abajo (lo que se me hizo inevitable) y estaba con su pene afuera del pantalón entre el cierre abierto. Levanté la vista otra vez y en su cara presumía una sonrisa. En seguida dijo “chupa”
-       ¿Ahora? –le dije y de inmediato pensé en lo estúpida que fue mi pregunta.
Tomé su pene con una mano y pa qué mentir si lo sentí calentito y me gustó eso, la sensación, la calentura que me recorrió entera hasta llegar al choro, se lo lamí primero y luego, poco a poco, lo introduje en mi boca. Lo demás se supone ¿o no? Un par de metidas rapiditas y al igual que el Jorge: un final rápido y triste.
Mi pena llegó cuando nos separamos, camino a mi casa mi corazón se iba rompiendo rápidamente cuando recordaba que él durante todo el sexo no quiso que lo besara, que ni siquiera me miraba a la cara, ni siquiera me tomó la mano luego del acto. Qué hombre más asqueroso.
Fue triste, tan triste que cambió mi mentalidad al tiempo, dejé de sentir pena y comencé a tomarle el gusto a esa primera vez a tal punto de sentirme orgullosa de que luego de todo lo sucedido me dijera: “Lo chupai entero rico”.
Esa fue mi condena, desde ese horrible día me di cuenta de que yo tenía un talento y que ese talento me costaría amores y sentimientos verdaderos.
Por alguna razón el rumor de que maricón-adolescente y yo habíamos tenido algo se esparcieron por todo, todo el colegio, pero con una chiripa: Que maricón-adolescente me había pagado aquel día pa culearme. En el curso 1ro-b me gané un apodo súper weón: La Rockola (le ponen las monedas y te toca lo que quieras).
Así, pensando esas cosas, fue cuando decidí contactar a maricón otra vez, luego de esa vivencia en mi “adolescencia” e incluso a pesar de haber sufrido y haber quedado marcada de una forma tan penca.
Igual me iba a arriesgar.
E igual, aunque lo sabía, muchas preguntas se escuchaban en mi cabeza: ¿Y si no te recuerda? ¿Si ya no te quiere en su vida?

Y también respuestas aparecían, había una que hizo que me arriesgara: “Yo debería ser la que no lo recuerde, yo no lo debería querer en mi vida, YO debería estar enojada”.

jueves, 7 de enero de 2016

Ni la novia lloró, pero yo sí.



Este weón era bastante raro. Lo había visto en el matricidio de mi única verdadera amiga, ella me lo presentó porque había ido sin mi pololo, total ahí nadie me conocía. Terminamos conversando de la vida con el Jorge (así se llamaba), de su trabajo y de cuánto amaba a su polola que estaba enferma en el hospital. La Vivi (la novia) nos preguntó si podíamos ir a buscar unos canapés a la cocina. Y para qué mentir si mi amiga me la hizo.
Caminamos conversando dentro de la casa pero cuando entramos a la cocina cerré la puerta y le puse pestillo. Me miró con una sonrisa en su cara, de repente me vi tocándole el paquete mientras él me manoseaba contra la pared; me sacó una teta y me chupó el pezón, no sentí mucho, tenía millón de cosas en la cabeza; me bajó los calzones; se me agachó y se puso debajo de mí entre mis piernas para pasar su lengua por mi clítoris, lento, así. Cuando tenía su pico afuera me apoyé en la pared para que me lo metiera.
-¡Fuerte! –le dije.
 Ohhh, weón, cuando me penetró, cuando escuchaba el sonido de sus cocos chocando con mi culo me mojaba cada vez más.
-Para. Quiero chupártela.
 La chupé, un rato bien corto. Se estremecía de placer ¿Era exagerado? Era exagerado, sí, pero de una u otra manera sabía que este mino no fingía. Mi sexo oral era el mejor. Mis chupás eran donde todos caían a mis pies.
Una vez terminado él gimió y su esperma cayó en mi cara. Me decepcionó, duró menos que un Candy. Pobre culiao. Su mina debe haber caído al hospital por falta de sexo.
Durante el día podía llegar a ser la más puta pero cuando estaba con mis “amigas”, mi pololo o mi hija, yo me trasformaba en la mina más señorita y buena persona del mundo, de esas que lo agarran con servilleta y abren poquito la boca. Era buena amiga, buena mamá, buena polola, de vida perfecta. Yo era perfecta. Soy una mina rica, soy buena pa tirar, soy inteligente, tengo el manso cuerpo ¿qué mejor? Y quizá es por eso que los minos se derretían por mí.
Yo no era de esas weonas que mientras se lo meten se quedan calladitas, soy de esas que no gimen sino que gritan, de esas calentonas que te piden más, más sexo, porque nunca están satisfechas.
Hacía weon a mi pololo cuando quería, y es que nadie podía pensar mal de mí, ni de mi vagina… Y, puta, me faltó un poco de sentimientos para destruir todo el reino que había construido a través de mis mentiras y mis culeones.
Entonces mientras pensaba en eso, el weón raro del Jorge me miró fijamente e intentó besarme.
-Weón, sale, qué asco. –Puse mis tetas en su lugar, me subí los calzones bajo mi vestido, agarré mi chaqueta, saqué el pestillo, pasé por la puerta y la cerré con fuerza.
Para terminar mi resumen sólo diré que me enamoré de un maricón, uno como yo, uno que estaba harto de las minas, un mino sin alma, y cuando yo tiré con él, de verdad… dejé el alma en la cama, la dejé toda para él, él no la sacó de ella, ni la llevó con él, simplemente la dejó allí para condenarme (tal vez)… era mi castigo divino, era el karma, como le quieran decir la verdad y eso me hizo mierda…
“Me equivoqué” –le dije un día- “Te equivocaste. Las cagué. Me consideraba inteligente hasta que te conocí, eso hizo que me cuestionara la inteligencia, yo no debería haberte buscado”
Y lloré, por primera vez en mucho tiempo lloré por un culeón, lloré por un maricón, como dije que nunca lo haría.
El Jorge también me hizo llorar en el baño de la casa de la Vivi, no creo que se deba a que su pene se volvió flácido al tiro, yo creo que era porque el olor de su ropa me recordó al maricón, era su perfume. Era sólo de él. No soportaba que lo compartiese con ese tal Jorge.